El consoomer es una contracción entre consumer y coomer, un adicto a la pornografía y la masturbación, dejándonos con un sentido peyorativo, consumidor pajillero. De ello se ha escrito abundantemente y, sobre todo, se han dibujado memes de esta guisa:
También se han reflejado sus obras en Internet:
— Consoomers Posting Their L's Online (@ConsoomerLs) October 5, 2022
Observemos al interfecto, más allá de las sornas con su fenotipo, su estilo de vida y sus hábitos. Se ha especializado en algo y gana lo suyo, o ha encontrado un oficio de lo que sea, que le reportará magros dinerillos. Pero, amigos, hay algo más profundo y perturbado en ello. No es totalmente su culpa, es el reflejo de un sistema quebrado y echando patadas para delante, maquillado con numerosos trucos financieros y tecnología sofisticadísima en según qué campos, estancada en otros. El consoomer, ante todo, es pagado con dinero fiat, susceptible a la inflación, desincentivando ahorrar.
El consoomer también vive en un estado elefantístico y creciendo, quedando cada vez menos dinero para los ahorros, consumiendo y pagando impuestos como si no hubiera mañana para que el banco central de turno aplauda cual foca, con una estructura demográfica envejecida y un páramo cultural para muchos, pese a la abundancia de información y lo prácticamente nada que cuesta reproducirla. También es el fruto de un imperio que se afianza expandiéndose culturalmente, con su moneda de reserva y enfrentándose en guerras por el planeta entero. Ello explica su fidelidad con una marca u otra, en un mundo que aspira a la uniformidad de la identidad, a la desconexión de nuestra naturaleza, al vaciado periódico de referentes culturales y a que el totalitarismo del estado y las grandes corporaciones secuestren componentes de nuestra naturaleza como lo pueda ser la pertenencia a tal familia y, por extensión, a nuestra tierra, la fe o el tener propósitos vitales.
Sale el consoomer de una tienda con su funkopop. La primera reacción es censurar su comportamiento o mofarse, pero rascando, podemos observar a un hombre, deformado, pero hombre con unas pautas reconocibles aunque secuestradas por numerosa fanfarria mediática y propagandística, entre colores vivos. Podría haber tenido una familia querida, con hijos y labrándose un porvenir, y un sentimiento de pertenencia a su comunidad, pero ha quedado atrapado en el fandom de Marvel y conecta con personajes de ficción. Donde debería haber una cabeza colmada de referentes históricos y de la vida cotidiana, tanto buenos como malos, ha acabado por ser un abrevadero de referencias de ficción. Cuando observa algún evento en este nuestro mundo, lo acaba conectando a tal obra, y se ve un vacío terrible. Una desconexión brutal de la realidad. Donde debería haber un hombre fiel a su esposa, sus hijos y sus amigos, compartiendo su vida con ellos, hay un hombre fiel a accionistas y ejecutivos.
El vaciado cultural e intelectual y el ser prisionero del perpetuo presente afecta incluso a los quehaceres más cotidianos, donde el ocio queda reducido a o sacrificar dinero o tiempo en una pira, sin un propósito claro ni realización. Donde otro pasea por el monte, se relaja y se llena de ideas, va al centro comercial de siempre a buscar alguna edición limitada. Tiene saldo positivo en su cuenta bancaria, tras toda factura, y le quema. Su ocio es formulaico. Y con ello no quiero censurar el ocio por el ocio, está bien y somos animales sedientos de descanso tras el trabajo, quien más y quien menos de los lectores presentes tiene una miaja de consoomer. Sentarse y disfrutar de una aventura espacial está bien, es entretenido, pero el problema viene cuando se acaba basando la vida en ello, cuando el propósito de un regalo tan único como lo es la vida es consumirla en un reproductor de vídeo mediocre como el de los servicios de streaming. Cuando el consumismo te consume.
Líbrenme de la tragedia #
Y del consoomer queda una cáscara vacía, pero es una tragedia muy propia del presente y se puede remediar. Afortunadamente, la preferencia temporal sigue estando ahí y ayudará a apreciar más la vida. ¿Debemos considerar el funkopop presente en tal estante? Lo contemplamos. No soltamos el billete, conservando la dopamina, y sopesamos la decisión. ¿Debo comprarlo? ¿Me cambiará la vida? Volvemos unos días más tarde. Lo miramos. ¿Valía la pena? Salvo cuando tercie urgencia o sea una oferta muy buena que pueda desaparecer en nada y además nos interese de verdad, aplazar y madurar las decisiones de consumo acaba siendo un buen truco para ahorrar y para liberarse un poco de la tragedia que nos ocupa.
No sólo es trabajar la preferencia temporal, también es ajustarse más al mundo y a la naturaleza humana. ¿Cómo? El paseo, recortando minutos a los servicios de streaming, es una ventana al mundo y a la gama de comportamientos públicos que uno hallará, también trabaja la atención al detalle. Leer calidad, como A Farewell to Alms, así como más y mejor ocio, también abre la puerta a referentes del pasado que nos ayudan a comprender mejor dónde nos movemos. Y el conocimiento de la realidad repercutirá en más aspectos como la dieta de uno mismo, llevándole a nuevas mañas como cocinar o elegir buenos productos, alejados de la fanfarria comercial y de sabores diseñados para minar su dopamina. Donde antes había un consoomer comprando ultraprocesados para consumirlos sin pensar ante la tele hay un mozo que cocina un sencillo lomo con verdura de temporada y está satisfecho.
Crear es terapéutico, hasta donde lleguen nuestras mañas, y alegra el alma, saliendo del esquema de sólo consumir. Y el Ordenador, que puede ser la penitencia del consoomer, también puede ser su liberación. Estas líneas se han suscrito en un fichero Markdown y se han publicado en una sola línea de comandos para prose.sh
, uno de los servicios más rápidos hogaño para tener textos largos. La fricción entre pensar, revisar y publicar se ha minimizado. Las posibilidades creativas se han multiplicado, así como darse a conocer. ¿Por qué pudrirse como consumidor, pudiendo explorar tus talentos y pulirlos?
No sabemos si la vida es una o una sucesión, pero es hermosa, abundante y apasionante como para ser prisionero de obras supeditadas a criterios comerciales y reducir tu cosmovisión a ello. ¡Más consomé, menos consoom!